
¿Y nunca, nunca más, ni en noches llena
de temblor de astros, ni en las alboradas
vírgenes, ni en las tardes inmoladas?
¿Al margen de ningún sendero pálido,
que ciñe el campo, al margen de ninguna
fontana trémula, blanca de luna?
¿Bajo las trenzaduras de la selva,
donde llamándolo me ha anochecido,
ni en la gruta que vuelve mi alarido?
¡Oh, no! ¡Volverlo a ver, no importa dónde,
en remansos de cielo o en vórtice hervidor,
bajo unas lunas plácidas o en un cárdeno horror!
¡Y ser con él todas las primaveras
y los inviernos, en un angustiado
nudo, en torno a su cuello ensangrentado!
ANÁLISIS DEL POEMA
La amada desea volver a ver a su pareja, pero ni en ningún amanecer, en ningún atardecer y tampoco en la noche podrá verlo, anhela verlo en algún sendero o campo o bajo la luna pero no podrá.
Aunque llore o grite, el no regresara; a ella no le importa como o con quien lo mire, ya que el hecho de verlo es para ella suficiente. No le importaría estar con el en las buenas y en las malas, solo estar con el; a ella le hubiera gustado permanecer en ese instante cuando lo encontró muerto y que nunca se hubiera acabado ese momento para quedarse siempre con el aun estando muerto.
Aunque llore o grite, el no regresara; a ella no le importa como o con quien lo mire, ya que el hecho de verlo es para ella suficiente. No le importaría estar con el en las buenas y en las malas, solo estar con el; a ella le hubiera gustado permanecer en ese instante cuando lo encontró muerto y que nunca se hubiera acabado ese momento para quedarse siempre con el aun estando muerto.
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